¿Estamos preparados para los riesgos que entraña la economía de ecosistemas?
Estamos entrando en la era de la economía de ecosistemas, en la que complejas redes de empresas de todas las industrias colaboran para proporcionar experiencias continuas a los clientes. La oportunidad de operar en una economía de ecosistemas es importante y no existen precedentes, pero también lo son los riesgos.
Se prevé que los ecosistemas digitales— habilitados por los datos, las tecnologías emergentes y las plataformas innovadoras—contribuirán en gran medida a desbloquear el denominado dividendo digital de 100 trillones de dólares para 2025. Una cifra mayor que la del PIB mundial actual.
Las empresas basadas en tecnología e impulsadas a través de Internet como las startups, desempeñan un papel determinante en la economía del ecosistema, a medida que influencian las industrias. Las compañías tradicionales, especialmente las que se encuentran bajo amenaza inminente de competencia por nuevos participantes, se están transformando digitalmente para tratar de permanecer relevantes y prosperar en la economía de ecosistemas.
El valor en la Economía de Ecosistemas está repartido de forma desigual
Lamentablemente, no todas las empresas están igualmente preparadas para beneficiarse del dividendo digital de 100 trillones de dólares. Muchas empresas están invirtiendo en tecnología, pero las balanzas están claramente inclinándose a favor de los gigantes tecnológicos y startups digitales.
¿Por qué pasa esto? En primer lugar, estas empresas se han posicionado para anticipar cambios en el estilo de vida y la mentalidad del cliente, los cuáles han cambiado drásticamente en las últimas dos décadas. En segundo lugar, las tecnológicas han priorizado la construcción de plataformas innovadoras sobre los productos. Por último, éstas compañías también han priorizado la comercialización de sus plataformas a través de los ecosistemas digitales.
En consecuencia, las empresas de tecnología se han adjudicado los cinco primeros puestos en la capitalización del mercado global. Existe un importante contraste con la situación que había hace una década, cuando las cinco principales empresas eran compañías coporativas tradicionales que ofrecían una mezcla de productos y servicios físicos.
Las empresas tecnológicas también se han estado ganando a los clientes a través del atractivo de marca y la confianza. Basado en el análisis realizado por la consultora Lippincott, los clientes dieron calificaciones más altas a las plataformas de ride-sharing en comparación con las compañías de alquiler de coches tradicionales; bancos online frente a bancos físicos; y compras online sobre tiendas físicas de productos y servicios.
Los riesgos que surgen al operar en ecosistemas
Las empresas que operan en ecosistemas necesitan monitorizar y responder a cuatro grandes desafíos:
Entorno empresarial fragmentado: El número de empresas que construyen plataformas se multiplicará en los próximos cinco años. Si trasladamos cualquier industria a los sectores que están invadiendo las startups, tales como fintech, healthtech, edutech, o adtech, encontraremos un número creciente de empresas competidoras.
Esta proliferación puede ser potencialmente dolorosa para los consumidores, los clientes empresariales, los inversores e incluso para las propias compañías. Los clientes pueden frustrarse al interactuar con tantas aplicaciones de plataformas competidoras. Los clientes empresariales pueden tener dificultades para elegir a los mejores vendedores. Los inversores pueden arrepentirse cuando se enfrentan a tantos nichos de inversión en competencia. Las plataformas pueden tener problemas para gestionar cadenas de valor que involucran a muchos actores del ecosistema.
La otra cara de la moneda es la consolidación potencial, ya que las plataformas compiten por los clientes siendo insistentes, atrayendo inversiones nuevas y ganando aliados influyentes. Algunas plataformas incluso se convierten en factores fundamentales de los grandes ecosistemas. Hasta ahora, este fenómeno ha funcionado en favor de los gigantes tecnológicos. Las plataformas que siguen el modelo de negocio de “el ganador se lo lleva todo” aumentan el riesgo de monopolios, por lo que las leyes de competencia necesitan actualizarse para abordar esta cuestión.
Riesgo operacional/de concentración: Las empresas que constituyen un factor presencial del ecosistema se están convirtiendo cada vez más en blanco de ataques cibernéticos patrocinadas por el estado: hacking, terrorismo, fraude y disputas legales.
Esto se cumple en el caso de gigantes tecnológicas. El argumento es de peso: los cibercriminales tienen más probabilidades de atacar una plataforma de pagos, una red social o una plataforma de almacenamiento en la nube si tienen una gran parte de consumidores o clientes empresariales. Cualquier empresa que tenga un archivo centralizado de datos también está en riesgo, como ocurrió con la violación de datos de Equifax que reveló los números de Seguro Social de la mayoría de los ciudadanos, fechas de nacimiento y números de tarjetas de crédito.
Gobierno reactivo: Una regla fundamental de operar en una economía de ecosistemas es que los agentes operen bajo un conjunto de principios e incentivos colectivos que aseguren la equidad, responsabilidad y transparencia en la generación de valor para el cliente.
Es un equilibrio muy delicado, especialmente cuando muchas empresas dentro del ecosistema compiten entre sí, pero optan por cooperar con el fin de satisfacer al cliente. En muchos casos, los participantes eligen "auto-gobernar" en lugar de buscar regulación por parte de agentes externos.
Entonces, ¿qué sucede cuando uno de los agentes empieza a ir por libre? ¿O cuando el más fuerte ejerce una influencia negativa sobre el ecosistema? El ecosistema se desequilibra y los participantes más influyentes son objeto de un mayor escrutinio por parte de los gobiernos y los reguladores.
Obligaciones sociales sin control: Las cuatro esferas problemáticas que Mark Zuckerberg enumeró eran todas cuestiones de gobierno derivadas de interacciones potencialmente perjudiciales con los consumidores.
Los consumidores son en parte responsables del éxito de la economía de ecosistemas y confían intrínsecamente en los agentes tecnológicos—confían en que se protegerá su privacidad y en que sus datos se aprovecharán de manera jurídica y ética. Confían en que las empresas tecnológicas les protegerán de terroristas, delincuentes y otros agentes rebeldes.
Por lo tanto, es justo que cuando se rompe la confianza, los consumidores piensen dos veces antes de compartir sus datos con las empresas tecnológicas. Cada vez más clientes esperan una mayor propiedad sobre sus propios datos.
El futuro gobierno de ecosistemas
Evidentemente, la gravedad y complejidad de estos riesgos podría hacer mella en la realización de todo el potencial de la economía de ecosistemas. Las empresas que participan en los ecosistemas necesitan revisar cómo utilizan los datos, cómo impulsan su fuerza de trabajo, cómo configuran la regulación gubernamental, cómo gobiernan las nuevas tecnologías y cómo influyen en la sociedad en general, entre muchas otras cuestiones.
Se trata de cuestiones difíciles de abordar y que requieren una amplia cooperación entre los gobiernos, reguladores, empresas, tecnológicas, académicos y la sociedad en general; de lo contrario, corremos el riesgo de dañar la futura economía mundial.